Más de una década de servicio y coraje: la historia de una madre policía motorizada

Es la historia de la subintendente Verónica Pérez Anaya, madre de una niña de 8 años de edad, y una aguerrida mujer que patrulla día y noche las calles de Cartagena, para brindar seguridad a todos sus habitantes.
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El Corralito de Piedra fue testigo del nacimiento de una de sus hijas; una mujer con sangre de guerrera y quien, en un futuro próximo, seguiría luchando y defendiendo las majestuosas murallas; pero esta vez, a bordo de una motocicleta de la Policía Nacional de Colombia.

La subintendente Verónica Pérez Anaya, de 31 años de edad, ingresó a la Policía Nacional de Colombia hace 11 años; desde entonces, siempre ha trabajado en las calles. Sus primeros años los laboró en la ciudad de Cali y tiempo después fue trasladada a su tierra natal: Cartagena de Indias.

Actualmente, labora en el CAI Socorro, donde ejerce el cargo de comandante de patrulla, combinando el difícil papel de ser madre y policía al mismo tiempo. Tiene una hermosa niña de 8 años, por quien se desvive y es su motor para levantarse todos los días a trabajar.

“A veces quisiera compartir más tiempo con mi niña, ella me reclama más tiempo y más espacio; pero sé la gran responsabilidad que tengo y la profesión que escogí: “Ser Policía”, apunta nuestra subintendente Verónica.

Dentro de su carrera policial ha puesto tras las rejas a muchos delincuentes por delitos como hurto, porte ilegal de armas, tráfico de estupefacientes, violencia intrafamiliar, entre otros.

“Aquí en Cartagena he vivido momentos muy duros, desde mi embarazo que fue de alto riesgo, hasta la muerte de dos de mis compañeros: el patrullero Palacios y el patrullero Guardo, con quienes compartí muchos momentos patrullando las calles de la ciudad”, apunta ‘Vero’, como le dicen muchos de cariño.

Bajo el inclemente sol y la noche en penumbra, nuestra abnegada madre y valiente mujer Policía seguirá ofrendando su vida por cada uno de los habitantes de esta majestuosa ciudad, recorriendo cada cuadra y cada calle; sabiendo que mientras cuida a miles, en su hogar un pequeño corazón la espera, con la sonrisa que le da fuerzas para seguir protegiendo.